giovedì 20 marzo 2014

Sonrisas.


Porque consigo sonreír a pesar de mi situación?

Deje de preguntármelo hace más de un año, cuando supe de haber llegado al cruce entre la Vida / Final, decidí continuar la lucha desigual.
Llegamos al Hospital a las cinco de la tarde, como en las mejores novelas del genio Garcia Márquez. A las ocho ya me habían preparado el quirófano. Había esperado demasiado.
Nadie me dijo nada, pero entendí por las miradas de los médicos que la situación no era muy buena. 

En práctica ya no respiraba.  Mi sangre ya no tenía oxigeno, estaba al límite.
Desde hace muchos meses había empezado hablar con dificultad, si hablar podía ser definido como el susurro pretencioso que solo Aiste podía distinguir. En el sentido que la respiración entre las palabras había llegado a uno.
Para que se den cuenta que no es necesario ser un graduado en ingeniería, contad cada cuanta palabra tomáis aire. 


Al inicio de la enfermedad hice un examen en una bonita localidad en las colinas de Mantua. La escuela primaria, por la tarde, fue utilizada como “clínica” por la doctora que la seguridad social me había indicado. Entre delantales, juguetes y oler el refectorio, el propósito de la visita consistió, esencialmente, en el examen del que antes hablaba. Me parece de recordar que el nivel “normal” de palabras / respiración es igual a 12/15. 
Yo llegaba apenas a ocho.

Uno significa el final de la Vida. 

Os preguntareis: porque sonreír es el título que este post, si hasta ahora de sonrisas hay muy pocas. Más bien, el argumento parece un poquito duro. Finalizada la operación y la respectiva anestesia, volví en mi habitación del hospital, en la cual pase, sin saberlo, un par de meses. Enseguida que llegue a la habitación, por primera cosa pedí a Aiste un comunicador, para disparar, como el mejor Fantozzi, “una tontería alucinante”. Eran meses que no bromeaba, me costaba mucho, físicamente pero sobretodo mentalmente. Para quien me conoce, un Marco sin el deseo de bromear es, como comente en unos de mis primeros post, como un mar sin las olas, un bosque sin árboles.     
A Aiste le saltaban las lágrimas. 

Aprendí que la Vida hace, con el tiempo, la gente alegre y paciente. Si no lo sois ya desde siempre, como yo. La enfermedad suma conciencia, aceptación y la inconsciencia. Esta última es la más grande aliada de mis sonrisas cotidianas. Porque, sinceramente, solo una dosis exagerada de locura e inconsciencia puede generar aunque solo una sonrisa en una anima que muy lentamente cuanto inexorablemente, se ve quitar en práctica uno de los pocos placeres que todavía ofrece esta existencia.

Al mismo tiempo, conocimiento y la aceptación son el motor de búsqueda del instinto innato de supervivencia. Empiezas a apreciar las pequeñas grandes cosas de la Vida. Los matices que pasan desapercibidos en nuestra agitada vida diaria.

Y sonríes.

Sonríes porque te despiertas, y es un día mas regalado por Dios. Sonríes por la seguridad que alguien te quiere y por las ganas de hacerlo para los demás. Por escuchar los pajaritos cantar. Sonríes porque, igualmente, piensas, te expresas, comunicas al mundo entero que también hoy existes y te tendrán que aguantar. Sonríes por….   

Eso, me gustaría que cada uno de ustedes tomara un minuto de su tiempo para completar, a su manera, esta simple pero muy complicada frase. Pensarlo o escribir aquí abajo, como un comento al post.

Cada uno de nosotros se puede descubrir un poeta insospechado, descontados pragmático, romántico incurable. Pero estoy seguro que cada uno de nosotros encontrara la mejor manera de sonreír. 

Os parece poco?

PD Bienvenido a Aquiles! (no estoy de acuerdo con esta elección en absoluto...)

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