martedì 4 marzo 2014

Centimetros.

Centímetros. Nunca he sido un gran hablador. Tenía la costumbre de pensar y pesar las palabras antes de hablar. Mis amigo me consideraban el “responsable” del grupo… Mas que nada por el “maimadurismo” (famosa notificación de no-pensamiento de los años 80, creo todavía de moda entre los jóvenes de esta generación) de los otros componentes. Si hubiera sabido que un día no llegaría a hablar, entonces hubiera hablado más, eso es seguro. Como decía, centímetros. La preparación para dormir prevé, además de ponerme de lado en posición fetal, el posicionamiento de un aparato que sirve para llamar la atención de Aiste, o alguien en su lugar, a través de un timbre, activado por un sensor de unos pocos centímetros cuadrados, colocado a pocos centímetros de uno de los pocos músculos que aun funciona: el cuello Que aun funciona es una palabra muy grande. la finalidad para la que se prepararon (apoyar la cabeza) es desde hace mucho tiempo una ilusión. A pesar de ello, me permiten mover mi cabeza todavía por la derecha e izquierda, creando así las condiciones para tal propósito de llamar la atención de los demás. Si se coloca demasiado bajo la cabeza, a cada bostezo suena, con la melodía que tanto detesta Aiste. Entre las opciones de varias canciones, mi favorita era el sonido de un perro ladrando. Lógicamente quien manda decide. Aiste ha elegido la otra. A veces pasa que la plaqueta, durante la noche, viene colocada a pocos centímetros fuera del alcance de mi cabeza. Es pánico al despertar. Doy vueltas con la cabeza, cada vez convencido de conseguirlo. Al final de los intentos, ya dándome cuenta que no hay posibilidad de conseguirlo, llega el momento de entender lo que pasa realmente. Sabéis, la enfermedad, además de quitarme la voz, ha hecho posible el desarrollo de la audición. De consecuencia entiendo si Aiste está abajo o arriba, si camina reconozco si esta en el baño, en la habitación, en otro cuarto… Nunca pensé en tener estos poderes. Pero, estoy todavía en la cama, tratando de averiguar dónde se encuentra alguien me queda bien pero no es suficiente para que acudan a ayudarme, sobre todo cuando la cadera empieza a dolerme. Recuerdo el tiempo en que me movía en la cama… vaya si me movía. Quizás, inconscientemente, sabia. La ventana, aunque con las persianas cerradas, me da la idea de que hora podría ser y de las condiciones meteorológicas. Sin embargo, siempre estoy con mi problemita a solucionar, sucede cuando Aiste se queda a mi lado a dormir, empiezo rechinando los dientes, la única solución que me dejó la cabrona. De ninguna manera, ella no se despierta. Los segundos pasan uno tras otro, sin problemas. Lástima que existan los minutos, horas ... En estas condiciones el tiempo no pasa nunca. Terminado los intentos de encontrar la plaqueta perdida, que llegan hasta que mi cabeza empieza a darme muchas vueltas, llega el desanimo. El siguiente paso…. la conciencia de ser, de vivir, de existir como una persona "con capacidades diferentes". Pero insisto, mentalmente, para considerarme “normal”. Creo sea esta mi enorme fuerza. Coronado por una dosis excesiva de una mezcla de optimismo y la ignorancia, sin dejar una pizca de inconsciencia pura y saludable. Ustedes dirán: le echaras la bronca cuando llega. No, cuando llega soy tan feliz que empiezo a sonreír cuando escucho sus pasos. Referente a las sonrisas os hablare en mi próximo post….. mantened la paciencia, porque tener todo a la vez, no?

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