mercoledì 8 gennaio 2014

Mi cuerpo.

Mi cuerpo. Tendría que empezar así el post como las películas en el canal de televisión “fox crime”: para los temas tratados no se aconseja la lectura para un público sensible. Muchas veces me pregunto cuánto mi enfermedad me haya cambiado el aspecto físico. El cambio es obvio, aunque, en las pocas veces que me miro al espejo, el rostro non resulta muy cambiado. Referente al cuerpo mejor dejar de hablar. Más bien sí, hablemos, soy consciente de que, una vez curado, será como antes, aún mejor. Ahora mismo parezco un retornado de Auschwitz, con todo el respeto para los sufrimientos que han tenido estos pobres desgraciados. Los brazos no existen, el costado es comparables a los niños biafreños. El vientre también aumentó, al no tener más músculo para alimentar, y en comparación con el costado mencionado anteriormente, resulta aun más desproporcionado, si tuvieras que decir a quien parezco, casi recordaría al pobre Gerry, beh, puedes ser que haya sido exagerado, la barriga del “gordito”, como él (sabéis quien) la llama con una emoción fraternal no es comparable como su recuerdo. Pero son las piernas que han sufrido la mayor devastación. Cuando era jovencito me daba vergüenza tener los muslos grandes, desproporcionados por los demasiados entrenos de futbol. También las pantorrillas tenían un volumen considerable. La cabrona (ya no la pongo entre comilla, ya sabéis a que me refiero) las habías dejado tranquilas por un tiempo. Estaba mas ocupada en machacar manos y brazos. En Vietnam, después de dos años de haberme diagnosticado la enfermedad, todavía podía caminar, aunque con la ayuda de un andador. Para casi cuatro años me han tenido firme las piernas, me han permitido muchas ventajas a mi vida cotidiana, por ejemplo poderme sentar sobre la silla de rueda sin la necesidad de un elevador, poder salir sobre cualquier coche, entre otros. Por desgracia, llegado a un cierto punto, los músculos de la parte superior del cuerpo terminaron. Y así de repente me encontré sin aliento, y al mismo tiempo, pierna y cuello me abandonaron. No puedo decir que, a la época del Vietnam que ya estaba en la silla de rueda y comer con la ayuda de Aiste mi vida era mejor, pero de seguro la calidad no se puede paragonar a la de ahora. Recuerdo mi primera visita como si fuera hoy, 19 de diciembre 2008, clínica universitaria de Bolonia. Fui solo, todavía no tenía problemas para conducir y tampoco para andar. Entre los distintos exámenes que tenían que hacerme había también una electromiografía, que solo al final de la prueba me entere de lo que realmente era. Mas o menos una tortura china que consiste en clavar unas agujas larguísimas, y después, una vez llegadas al tope máximo de su recorrido, se practica un movimiento circular en cualquier musculo motor de mi inconsciente cuerpecito. Y como si esto no era suficiente (al final las desgracias nunca llegan por si solas) el doctor encargado, no satisfecho de haberme hecho esperar cuatro horas en una vieja habitación de la zona “day hospital” de la clínica (quedábamos solo yo y cuatro auxiliares de la limpieza) durante la anhelada visita tuvo la amabilidad de discutir con su mujer/esposa/amante mientras estaba realizando los pinchazos, estuvo por media hora con el móvil pegado entre la oreja y el hombro. Very profesional. De acuerdo, cada uno tiene sus problemas personales, pero evaluar la seriedad de ellos mismos tendría que ser por “ética profesional”. Creo que el episodio… oops… el post se pueda considerar terminado. Si no estáis demasiados turbados, salir a cenar, caminar o conducir, y a comer una pizza con atún y alcachofas y tomaros una buena cerveza a mi salud. Sin alguna envidia…(beh)

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