venerdì 29 novembre 2013

Sensaciones y Sentimientos.

Sensaciones y sentimientos. La enfermedad, por lo menos la mía, amplifica las sensaciones. Esto significa que las risas y las sonrisas, así como los llantos y las lágrimas siguen entre sí sin descanso, como si tus hormonas, así de repente, se hacen cargo de la racionalidad. Y mientras intentas darte cuenta de lo absurdo de por qué las lágrimas te mojan las mejillas, una sonrisa ya aparece en tu rostro. Hace un par de noches, tuve gente a cenar pero no gente cualquiera. Los tres mosqueteros, como nos gusta llamarlos Aiste y yo. Hace algún tiempo nuestras cenas eran prácticamente una vez por semana cuando aun comía como un cristiano, los chicos competían para encontrar platos fáciles de masticar para mis mandíbulas, ya propensas a la atrofia muscular. Este fue el trabajo de los dos cocineros del grupo: Remo y Alberto, alias Remao y Ru. Gianni, el tercer mosquetero, pero no de menor importancia, no era un cocinero talentoso, para nada (sin embargo, tenía otras cualidades, verdad Moki?) Él tenía la importante tarea (muy importante para mí, ya que soy un amante de dulces alucinante) de comprar el postre. Los de la casa, nosotros, nos encargamos de las bebidas. Mi cantina, siempre bien surtida gracias a los consejos de Nick y de mi abuelo, estaba a la altura de los deliciosos platos preparados por los nuevos Pierangelini y Marchesi. Todo iba suave como el aceite. A veces un aceite ligeramente viscoso, como el de mi jeep cuando la cambie después de años. Como cuando Ru trajo la legendaria botella de vino austriaco con tapón corona, para mí fue una de las pocas veces que el no poder beber era muy positivo. O cuando Gianni llevó tres veces seguidas, exactamente el mismo dulce, olvidándose cada vez que era el mismo postre del año anterior. Primero a causa de la PEG y luego de la traqueotomía, las cenas se habían reducido bastante, y se trasformaron en aperitivos para no hacerme sufrir demasiado. Pero yo sabía cuánto Aiste echaba de menos las cenas con los chicos, reía con ganas, se podía olvidar por algunos instantes de mi y de todos mis problemas a pesar de cómo le dejaban la cocina los dos cocineros, un verdadero desastre. Para este motivo, tuve la idea de organizar una cena sorpresa para mi mujer. Nos pusimos de acuerdo para hacer solo un aperitivo, según ella, mientras todos nosotros sabíamos que la cena hubiera sido verdad, como en los buenos viejos tiempos. Era para hacer una foto a la cara de Aiste cuando se dio cuenta de la sorpresa. A lo mosqueteros esta vez se había añadido Dartañan, alias Maurino. Mientras los chicos estaban cenando yo estaba terminando mi carta a Papa Francisco. Pregunte a los chicos, una vez acabada la carta sus opiniones al respecto…. mientras Maurino, con su bella voz profunda empieza a leer, yo ya note un profundo nudo en la garganta. Desde la mitad de la carta en adelante, lloré tanto que las lágrimas habían inundado la almohada. Menos mal que la carta la escribí yo….. y mis llantos son silenciosos como lo de los peces (los peces….lloran?) A partir de ahora, nuestras cenas se harán cada quince días y no serán las únicas. Ya me puse de acuerdo con otros amigos, de manera que el vivir en mi casa sea más alegre y a lo mejor me ayude a ser meno “sensible” , y salir de esta enfermedad muy cabrona!

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